Comer es un juego, totalmente fuera del alcance del horario. Los olores (percibidos de maneras agudísimas), no hacen otra cosa que generar vaya a saber qué sustancia que los hace saltar alturas increíbles, y concentrar aquella energía en su hocico con el único y milenario fin de morder ese pedazo de carne. Todo para masticarlo con la felicidad que solo la cola de perro satisfecho puede demostrar.
Por instinto son adictos a lograrlo en el primer intento de atraparlo en el aire.
Aunque son tan felices mirando boquiabiertos su objetivo desde abajo, calculando la distancia, moviento la patita hacia atrás y tomando el envión para saltar; que son capaces de dejarse vencer por la gravedad para seguir participando.
• Está la comida.
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