
Un día de otoño neoyorkino se despertó desnudo. Se asomó desgarbado por esta ventana, y mientras fumaba se puso sus lentes redondos para poder mirar el Central Park West, desplegado en todos sus banquitos y caminos, escupiendo colores verdes y amarillos.
Luego levantó los ojos para observar esos edificios multiformes que lo rodeaban con las personalidades de lo más variable, a modo de ezquizofrenia arquitectónica.
No conforme con eso, siguió mirando más allá y llegó a ver el cielo. Lleno de nubes con forma de cosas. Y cosas con forma de nubes.
De manera inevitable elevó su vista al macrocosmos. Logró ver estrellas, planetas, galaxias colapsando, universos jugando al truco.
Hasta que vio su yo. Medio borroso al principio, pero se acomodó un poco los anteojos para poder apreciarlo mejor.
Largó una risita transparente con tono de genialidad y se fue corriendo a su piano blanco de cola. Solo quería liberar lo que le fluía por cada arteria:
"You may say I'm a dreamer
But I'm not the only one
I hope someday you'll join us
And the world will be as one."
• The strawberry feels forever.
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2 comentarios:
Estábamos viendo con Camila esta última serie de fotos. Yo personalmente por un momento me olvidé de que eras vos “María” la que había sacado esas fotos. Y vi genialidad.
Un Beso,
Ariel
Hola María Eugenia, llegué aquí a través del blog de Ariel y me han encantado tus fotos y este escrito.
Cuánto hay en el mundo para mirar si afinamos la mirada! Las de indios son en London?
Bye bye
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